La buena relación entre padres hijos y hermanos afianza los lazos familiares.Hay actitudes y conductas que contribuyen a la armonía y otras la destruyen. Si todo el trato que tenemos con nuestros hijos es a nivel humano a lo largo resulta pobre.La presencia del Señor, en cambio, profundiza y enriquece la relación. Debemos compartir experiencias, lectura de la palabra y periodos de oración, en ese nivel espiritual el trato se hace mas cuidadoso y se da ocación a que el Señor enderece situaciones torcidas y arregle problemas que pudieran haber surgido.

También facilita el perdonar y restaurar la relación después de algún conflicto. Los adolescentes tienen bien claro, que los adultos no somos perfectos, por lo tanto cuando cometemos errores y no los admitimos, se sienten con mucha bronca.De modo que cuando mete "la pata" con su hijo no intente justificar su conducta con la excusa de que "yo soy mayor y se lo que hago". Adimitir sus errores le dará mayor autoridad y lo humanizará a los ojos de su hijo.

Muchos padres se niegan a reconocer sus errores frente a sus hijos porque creen que esto les restará autoridad, pero por el contrario este acto será de mucho valor para la vida del adolescente. Muchas veces el problema entre padres y adolescentes es la falta de comunicación, es cierto que como padres podemos equivocarnos en nuestras actitudes, pero jamás nos equivocamos en la búsqueda de lograr lo que creemos que es mejor para nuestros hijos.

Si la comunicación entre padres e hijos se realiza en un marco de respeto y humildad con la sana intención de conocer mas al otro será exitosa y se convertirá en una inolvidable experiencia para ambos. El tema de la comunicación con el adolescente no es fácil pero tampoco imposible. Cuando un joven es decir," la nena o el nene" irrumpe en la adolescencia es muy común, que ellos quieran luchar por su independencia. La manifestación de esto se da cuando quieren tomar sus propias decisiones, y no aceptar las opiniones de los padres y mucho menos alguna orden.

La rebelión que muestran muchos adolescentes es a menudo una medida de presión necesaria para vencer los lazos que los unen a sus padres. El adolescente tiene que convencer no solo a sus padres sino así mismo que no precisa de ellos, de que el mismo y sus padres son diferentes y de manera "hiriente" demostrar que ya no existe el lazo de amor que los unía cuando era pequeño.

¡Como buenos padres debemos acompañar a nuestros hijos en ese proceso evolutivo!

Instruye al niño en el camino correcto, 
y aun en su vejez no lo abandonará.
Prov. 22:6

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